martes, 5 de julio de 2011

La Pareja y la Felicidad Dispareja...

Lo que ablanda, enternece, llena de rabia o salva de un naufragio a nuestro corazón son esas fracciones de segundo a las que nadie les toma importancia. Esos trances en los que te quedas en la pendeja y no escuchas a nadie porque algo más cabrón captó tu atención. Esos instantes que duran eternidades son crusiales para el rumbo luminoso o endemoniado que queramos darle a nuestras vidas. Mientras manejaba por una de las horribles calles embotelladas de mi ciudad, con el airecito acondicionado en el nivel 3 de mi carro, algo me cautivó más que la rola de Counting Crows que escuchaba. En la parada del camión estaba una pareja: Una vieja prieta de falda "fiucha" (no sé cómo se escriba ese color) con un vaquero de botas blancas y dientes postizos de oro, cobre o latón. Lo surreal de la pareja no fue lo que llamó mi atención. Fue la felicidad que emanaban. Una felicidadsototota. Eran felices y punto, lo decía esos lenguetazos sabor a fierro que se daban. Les valía madre si tenían que tomar otros dos camiones pa´llegar a un motel a coger o a su casa a cenar con los hijos, les valía si tenían que brincar charcos, lodazales y tragar smog a kilos durante otra hora de trayecto a su colonia popular. Estaban felices a pesar de que, en el fondo, saben que están condenados a ser pobres toda su pinche vida; sin un carro, una casa propia o educación digna para sus hijos (como dirían los putetes de los políticos en sus promesas de campaña). Estoy seguro que al vaquero de dientes de fierro no le importaba regalarle a sus hijos ropa y juguetes de segunda mano o dormir en el mismo cuarto con todos amontonados muriendo de calor o de frío. Sonreían y eran felices en exceso a pesar de todo; y con su felicidad me decían que el mundo podía pasar a chingar su puta madre. Me sentí cagada sobre cagada, me sentí mierda putrefacta al recordar mis pedorros problemas y las pendejadas que me hacen infeliz. Estos humildes tórtolos me hicieron infeliz con su felicidad. A un lado de la pareja, un padre con playera decolorada cargaba a su niña con vestido roto mientras esperaban el camión. La niña lo abrazaba con fuerza. El papá le hizo cosquillas a la niña con el bigote en la oreja. La niña rió divertidísima y le dio un beso a su papi en la boca. Lo mismo pensé: La niña no recibirá barbis en navidad, ira a la escuela con los calcetines enlodados, nunca vestirá ropa nueva porque el trabajo de su padre no da para más, la discriminarán por pobre, por negrita, por la colonia fea en la que vive... pero ella sentía que su papi era el mejor por traerla de paseo en el camión urbano, sudada, cansada, asoleada, con el vestido roto; y su papi tal vez no había conseguido otro trabajo para comprarle sus barbis, pero la abrazaba rico. Y su papi seguía siendo el mejor del mundo. Padre e hija irradiaban felicidad. Una felicidadsototota que ni tu ni yo vamos a comprender si no nos dejamos de pendejadas sin importancia. Los que considermos infelices, son más felices que nosotros; qué triste... terminó por partírseme el corazón y el carro se me mató en primera


Tomado de Guffo

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