miércoles, 20 de julio de 2011

De ladrón a esclavo Sexual.

Peluquera sometió a un sujeto que entró a robar a su negocio, alimentándolo con Viagra para asegurar sus ‘servicios’.


En Meshchovsk, Rusia, Víctor Jasinski de 32 años, no imaginó que su robo a una peluquería lo terminaría convirtiendo en la víctima.

El ladrón entró al establecimiento, con la intención de desvalijarlo, sin embargo, la dueña del local lo atrapó convirtiéndolo en su esclavo sexual durante tres días.

Jasinski contó a la policía su pesadilla cuando intentó robar en la peluquería de Olga Zajac, una mujer de 28 años, que es cinturón negro de Karate, se abalanzó sobre el malandro y con una sola patada lo dejó fuera de combate.

El delincuente, quien a la postre se convirtió en víctima de la peluquera, aseguró a los agentes, que esta lo arrastró inconsciente hasta una habitación en la parte de atrás del local, donde lo ató con el cable de la secadora del cabello.

De acuerdo con la historia que Jasinski contó a los policías, la mujer lo desnudó y lo convirtió en su esclavo sexual durante tres días para "darle una lección" y para asegurar la calidad del servicio, lo obligó a tomar Viagra.

Después de las sesiones, el delincuente fue liberado porque "ya había aprendido la lección". Sin embargo, Jasinski, acudió a una comisaría donde contó lo ocurrido. Los dos individuos, el ladrón y la peluquera, fueron arrestados.

La mujer fue sometida a un interrogatorio en la que admitió haber tenido relaciones sexuales con el frustrado ladrón, sin embargo se mostró indignada por la historia que el sujeto contó en la estación de policías.

"¡Qué hijo de puta!", dijo Olga Zajac. Tuvimos sexo un par de veces, pero le compré unos pantalones nuevos, lo alimenté y hasta le di 1.000 rublos cuando se fue."

miércoles, 13 de julio de 2011

Proceso inevitable de los matrimonios


Novias anhelantes. Esposas y amantes. Madres enaltecidas, y compañeras indiferentes
El hombre que lleve conviviendo en matrimonio más de 40 años, sin que se haya roto ese vínculo por las separaciones o divorcios tan corrientes, habrá pasado por las diferentes etapas que voy a intentar analizar, quizás con más voluntad que fortuna.

La etapa del noviazgo está llena de ilusiones y entusiasmos. Todo son proyectos de futuro. La mujer vuelca todos sus sentimientos en el hombre que adora; es su único objetivo: hacer feliz al hombre de sus sueños, y ser más feliz con la realización de los mismos.
El deseo carnal unido al amor que sin duda se profesan, es la culminación del placer. Viven el uno para el otro, y los deseos continuos de fundirse ambos novios en uno, es el elemento primordial en la escala de valores de los dos.

La boda es la culminación de todos los deseos. La novia vive ese día como el más grandioso de su existencia; son las lágrimas más felizmente derramadas. Él se siente como en una nube; el cambio de la irresponsabilidad comedida de su soltería, a la responsabilidad obligada de esposo, le tienen un tanto perplejo, pero sin duda es un paso muy meditado y se siente también muy dichoso.
Los primeros años de matrimonio es un vivir el uno para el otro. Ella se siente inmensamente feliz teniendo a su maridito como a un príncipe (sin duda lo es para ella), y él a ella como a una princesa. Salvo excepciones que no voy a entrar en este estudio, esta etapa del matrimonio es maravillosa. Siguen haciendo el amor de una forma tan sublime, que el Cristo que preside la cabecera de su cama sonríe también de felicidad al comprobar el amor de los esposos.
Viene el primer hijo. ¡La culminación de su amor! Es tan inmensa la alegría de los nuevos papás, que la irradiación de su dicha se transmite a todos los familiares.

Viene dos, tres, cuatro hijos más, la alegría sigue siendo inmensa, pero los problemas han empezado a surgir a partir del nacimiento del segundo hijo. Para una madre, el amor a un hijo es de una naturaleza tan especial, que el hombre jamás podrá llegar ni tan siquiera imaginar en que consiste. Como nunca las mamás entenderán la forma de querer un padre a su hijo. Un hijo para la madre es más importante que su propio corazón; para un padre un hijo es el orgullo, la transmisión de sus conceptos. Una madre JAMAS se verá decepcionada por un hijo por muy "monstruo" que sea ante la sociedad; un padre puede llegar a la desesperación por ese mismo motivo.

El esposo ha pasado en cinco, diez, doce años, de ser ese príncipe azul insustituible, a un obstáculo en los planes futuros. Los hijos con la madre forman un clan en el que el marido suele estar al margen de muchos temas, más que temas "comidillas" , en las que el hombre es un obstáculo, no una solución. El marido en esta etapa es considerado para solucionar los posibles problemas que afecten a la familia en lo económico y en lo práctico, pero está al margen de los "problemas" que plantean los niños en la adolescencia, y al que hay que ocultar o deformar. ¡No los entendería!
Ya no hacen el amor... Simplemente follan. La mujer es muy consciente de que el hombre tiene unas necesidades fisiológicas muy acuciantes, y sabe que por el sexo puede perder el afecto y la confianza de su marido. Ella por regla general no tiene esas necesidades tan apremiantes, pero se presta de muy buen grado a satisfacer a su hombre, a pesar de que muchas veces utiliza subterfugios para evadir encuentros amorosos. Para la mujer, lo primero en la escala de sus valores, sin duda son sus hijos. El marido ha pasado a un circuito en donde será considerado en tanto en cuanto sepa sobrellevar la nueva situación creada en la familia.

En esta etapa es cuando se producen la mayoría de las escisiones, "El Rey" de la casa ha sido destronado por las circunstancias. Aquel esposo que sepa asumir su nuevo estado; el de ser un miembro más de la familia, que debe renunciar a sus afectos y pasiones en detrimento de la buena armonía y convivencia, llevará este discurrir con templanza y sin grandes sobresaltos que provocan las malas relaciones.

El hombre que no pueda asumir esta última etapa de su matrimonio, y necesite el afecto y comprensión de su esposa por encima de todos los componentes y lazos que se han formado en torno a ella, la convivencia entre ellos será imposible. Él tenderá a buscar en otras mujeres esa admiración y halo de macho que ha perdido. Lo terrible para el hombre en esas circunstancias, es que es ya "un juguete roto" que sólo servirá para otras el valor de sus emolumentos hacia ellas.

La mujer después de 30/40 años de matrimonio, y aun el balance que haga del comportamiento de su marido en todos esos años, sea muy positivo, nunca podrá retornar a los ímpetus y arrebatos hacia el hombre que fue de sus sueños. Pide a su compañero un tránsito tranquilo y pacífico hacia el final.
Este es el proceso normal de un matrimonio feliz. Que nadie espera más.

martes, 5 de julio de 2011

La Pareja y la Felicidad Dispareja...

Lo que ablanda, enternece, llena de rabia o salva de un naufragio a nuestro corazón son esas fracciones de segundo a las que nadie les toma importancia. Esos trances en los que te quedas en la pendeja y no escuchas a nadie porque algo más cabrón captó tu atención. Esos instantes que duran eternidades son crusiales para el rumbo luminoso o endemoniado que queramos darle a nuestras vidas. Mientras manejaba por una de las horribles calles embotelladas de mi ciudad, con el airecito acondicionado en el nivel 3 de mi carro, algo me cautivó más que la rola de Counting Crows que escuchaba. En la parada del camión estaba una pareja: Una vieja prieta de falda "fiucha" (no sé cómo se escriba ese color) con un vaquero de botas blancas y dientes postizos de oro, cobre o latón. Lo surreal de la pareja no fue lo que llamó mi atención. Fue la felicidad que emanaban. Una felicidadsototota. Eran felices y punto, lo decía esos lenguetazos sabor a fierro que se daban. Les valía madre si tenían que tomar otros dos camiones pa´llegar a un motel a coger o a su casa a cenar con los hijos, les valía si tenían que brincar charcos, lodazales y tragar smog a kilos durante otra hora de trayecto a su colonia popular. Estaban felices a pesar de que, en el fondo, saben que están condenados a ser pobres toda su pinche vida; sin un carro, una casa propia o educación digna para sus hijos (como dirían los putetes de los políticos en sus promesas de campaña). Estoy seguro que al vaquero de dientes de fierro no le importaba regalarle a sus hijos ropa y juguetes de segunda mano o dormir en el mismo cuarto con todos amontonados muriendo de calor o de frío. Sonreían y eran felices en exceso a pesar de todo; y con su felicidad me decían que el mundo podía pasar a chingar su puta madre. Me sentí cagada sobre cagada, me sentí mierda putrefacta al recordar mis pedorros problemas y las pendejadas que me hacen infeliz. Estos humildes tórtolos me hicieron infeliz con su felicidad. A un lado de la pareja, un padre con playera decolorada cargaba a su niña con vestido roto mientras esperaban el camión. La niña lo abrazaba con fuerza. El papá le hizo cosquillas a la niña con el bigote en la oreja. La niña rió divertidísima y le dio un beso a su papi en la boca. Lo mismo pensé: La niña no recibirá barbis en navidad, ira a la escuela con los calcetines enlodados, nunca vestirá ropa nueva porque el trabajo de su padre no da para más, la discriminarán por pobre, por negrita, por la colonia fea en la que vive... pero ella sentía que su papi era el mejor por traerla de paseo en el camión urbano, sudada, cansada, asoleada, con el vestido roto; y su papi tal vez no había conseguido otro trabajo para comprarle sus barbis, pero la abrazaba rico. Y su papi seguía siendo el mejor del mundo. Padre e hija irradiaban felicidad. Una felicidadsototota que ni tu ni yo vamos a comprender si no nos dejamos de pendejadas sin importancia. Los que considermos infelices, son más felices que nosotros; qué triste... terminó por partírseme el corazón y el carro se me mató en primera


Tomado de Guffo